"De alguna manera esto que os cuento me ha sucedido".



viernes, 9 de diciembre de 2011

7. Nada más...

 
              "Hoy no hay nada que decir."


Me asomo tantito, sólo tantito, y el susurro del mar sale a mi encuentro. Y otra vez me quedo escuchando medio menso, como absorto, ese mantra que se trae el mar desde que aprendí a escucharlo, ese “…calma, relax,… calma, relax…” que redunda en sus idas y venidas, en su danza de ida y vuelta que es la respiración del mundo.

     Y algo dentro de mí se prepara para estar así toda la vida. Ni modo.

     Entonces viene mi gato a restregarse el lomo entre mis pies y, como saliendo de un trance, porque de un trance me saca, me pongo a pensar que qué bueno, que otra vez estoy aquí, que lo mandé todo a la chingada de nuevo para estar de donde soy, para estar donde más me encuentro.

     Y entonces, claro, llega otra vez el miedo y se sienta en mis rodillas con su sonrisa de medio lado mirándome como diciéndo lo que siempre me viene a decir. Y como vamos siendo ya el uno del otro amigos y perros viejos, lo saludo y le platico:

     —Véngase conmigo a la playa, Señor Miedo, que allá es donde me estaba yendo ahorita que llegó usted.

miércoles, 13 de octubre de 2010

6. A veces... veo caras.


          “En ocasiones un tacto vale más que mil palabras…
         ... más que todas las palabras.”

     Siempre que me han hecho la pregunta “¿de qué te gustaría trabajar…?” he sido absolutamente incapaz de encontrar una respuesta adecuada. Es decir, una respuesta que case con el mundo en que vivimos. En realidad tengo una opinión muy clara al respecto,… desde hace muchos años. Pero no es algo que suela ser convencionalmente aceptado. En contra de lo que intentaron inculcarme o de lo que se espera de cualquier persona mínimamente razonable, no ha habido nunca ningún trabajo que me haya apetecido realizar. Nunca. Ninguno. Cero.

     Hay, sí, infinidad de actividades que me gustan, me llenan, que disfruto, de muy diversa índole, pero cuando adquieren un cariz laboral… mi relación con ellas suele cambiar indefectiblemente. De hecho, hasta hace muy poco, he intentado no mezclar mis pasiones con el trabajo. Estoy profundamente convencido de que el estado natural del ser humano es el ocio, estar de vacaciones si se quiere decir así, y todo ese asunto de que el trabajo es saludable o algo que dignifica a la persona me ha parecido siempre un error de bulto, cuando no otra gran mentira que nos han insuflado en los genes para que este insostenible sistema, tan alejado en esencia de lo que somos, siga funcionando.

     El trabajo no es salud. Es otra cosa.

domingo, 9 de mayo de 2010

5. Epílogos.


          “¿Por qué debería preocuparme por la posteridad?
          ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?”
          Groucho Marx.

     Que yo recuerde, mi primer gran amor se llamaba Elena. Debía tener entonces cuatro años, uno menos que yo. Su memoria se hace niebla, brumas… Es probablemente uno de los recuerdos más remotos que tengo. En realidad no alcanzaría a contar más allá de dos detalles. Su pelo era rubio y rizado… y jamás hablé con ella.

     Más de una vez me calentaron las nalgas al sorprenderme en el patio de las niñas anonadado, mirándola, sin hacer nada que no fuera epatarme con su pureza de ángel, su inocencia, su luz. Recuerdo mi desconcierto cuando tirando feo de mi brazo me arrastraban al otro lado de la valla preguntándome “qué demonios hacías ahí otra vez?”. Nunca supe qué responder. Masajeando mis posaderas magulladas, yo sólo sabía una cosa. Aquel patio era mi sitio. Cualquier otro lugar me era hostil o cuando menos inane. Quería estar con ella. Nada más.

     Cuarenta años después uno se pregunta cómo puede un changuito de esa edad enamorarse de algo. Siguiendo qué roles, qué patrones, qué llamada de qué hormonas, sentía uno de repente ese sin vivir, ese peso acá dentro y esa atracción que le hacía saltar vallas para quedarse menso no más en contemplación. La verdad… no me lo explico.

     No sé, por supuesto, qué pasó con Elena ni si nuestro romance duró más allá de una semana. Como digo es un recuerdo que tiene más bien la consistencia y la textura de los sueños. El caso es que ahí empezó una de las andaduras más apasionantes de la vida: la búsqueda incansable, más o menos consciente, de esa cosa inasible, ingrávida, que reivindicamos como esencial y que normalmente ni siquiera sabemos definir. Esa entidad, ese algo que, quedándonos tan panchos, venimos a llamar amor.

domingo, 2 de mayo de 2010

4. Carta abierta: Lecciones de amor.


 
     Sé de sobra, mi amor, que no es cosa fácil vivir a mi lado. Lo sé bien, entre otras cosas, porque llevo ya muchos años viviendo conmigo. Porque soy un tipo inquieto, un buscador. Por mi afán por la utopía, por mi certeza inconsistente de que sólo rompiendo estructuras, siendo el cambio de forma serena, modesta, en lo cotidiano, puedo luego sentarme a mi lado y brindarme un abrazo. Por todo ello y por más… no es sencillo. Lo sé.

     También por todas esas cosas que sólo tú sabes, mi vida. Porque cada día aprendo cómo quiero ser e intento ser como quiero. Porque entre el misterio y la farsa elijo el misterio y me quedo aceptando el vacío, paradito sobre un piso tan incierto como yo, tan inquieto.  

3. Quien bien te quiere...


          “Sabemos ya el secreto de nuestros mayores:
          Los viejos nunca fueron jóvenes”.
         F. Fernán-Gómez.

     Ayer vino a verme. Oí su voz llamarme bajito junto a la almohada. Luego soñé con ella.

     Cuando mi abuela murió, hace ya muchos años, era apenas un pajarito mojado. Se había ido haciendo pequeña hasta convertirse en una muñeca frágil, difícil de manejar, que vivía en su propio mundo de recuerdos mal mezclados, en un tiempo desquiciado que se alborotaba permitiendo estampas imposibles con familiares de diferentes épocas tomando café sentados alrededor de la misma mesa camilla. Con esos fantasmas queridos se entendió mejor en sus últimos años que con nosotros, un atajo de Déjà vus de nombres intercambiados y rostros difusos que interrumpíamos constantemente el normal devenir de su mundo trastornado.

     Siempre, incluso cuando no era ya sino una pasita arrugada de pelo blanco, conservó una luz fiera en sus ojos azules, llenos de vida hasta el día en que, enredada en las filigranas blancas del ganchillo, se le olvidó por fin respirar. Había en aquellos ojos reflejos de mares que nunca vieron y la promesa de una serenidad que nunca tuvo. En aquellos tiempos, se me quedaba mirando con una sonrisa infantil como pensando “sé que te conozco pero no sé quien eres” y de pronto algo amanecía en sus ojos y comenzábamos aquella interminable conversación cíclica: 

2. Cuentos: El maestro.

          “-Cuéntame un cuento.
          -Yo soy.”

     El Sol calentaba sus cuerpos. Podían sentir nítida la yerba bajo sus pies, fresca, acogedora. Cinco árboles les rodeaban dibujando a su alrededor un espacio de calma mientras la ciudad, arrogante, seguía con su eterno latir, con el incesante rumor de sus miles de almas. Acababan de disfrutar de una larga sesión de gimnasia energética en los jardines del Templo de Debod. Luego, sentados uno frente al otro, en silencio, abismaron su atención, en quietud, respirando, hasta que ambos, simultáneamente, con suavidad, abrieron los ojos. Se miraron. Daniel se sentía feliz, eufórico. Él simplemente estaba en paz.

-Maestro, puedo hacerte una pregunta?

-Insistes en llamarme maestro... y así sólo me alejas de tí. Soy igual que tú, sólo un poco más viejo.

-Pero… tú siempre tienes todas las respuestas.

-Sólo tengo “mis” respuestas. Tan solo mis experiencias, Daniel, mis certezas, mis elecciones… mis mentiras. Ya lo sabes.

-Bueno, bueno, está bien, no empecemos otra vez. Puedo hacerte la pregunta o no?

-Dime –dijo asintiendo con los ojos cerrados, extendiendo su palma derecha hacia arriba a modo de invitación.

viernes, 30 de abril de 2010

1. Putas.

         “Nunca son caras las putas, …si uno valora bien lo que nos dan”.
         F. Fernán-Gómez.

-Elige dos cartas. La primera te va a decir lo que el futuro próximo te depara. Lo que la vida te va a proponer. La segunda te indicará cómo deberías afrontar lo que la primera te revele.

     Ricardo me acercaba el abanico de naipes con los brazos extendidos, con ternura. Nos acababan de presentar y le faltó tiempo para desenfundar su macito de cartas de angelitos que te leen el porvenir. Debía rondar los cincuenta y se le notaba el buen corazón en las maneras. Yo, en aquellos días, hacía poco que había regresado a Madrid después de vivir dos años en mi rincón tranquilo, al otro lado del mundo, y andaba todavía lamiéndome las heridas, trabajaba buscando empleo y empezaba a vislumbrar que la cosa estaba realmente jodida, que había miles de gentes como yo, que se habían caído del mundo y buscaban cómo subirse otra vez,… legiones de personas con cara de paisaje, como vacas viendo el tren pasar.

     La primera carta decía "aventura". La segunda, "serenidad". Vaya! –Acerté a pensar –noticias frescasEstos pinches angelitos deben estar de guasa. Tómese algo Sr. Adivino.

miércoles, 28 de abril de 2010

6. La lluvia, la vida y otras sorpresas.

          "Todo lo que tiene un principio... tiene un final."
          Oráculo en Matrix Revolution.
     Llueve quedo en Baamul. Y como en cualquier otro rincón del mundo, la lluvia tiene algo de renovación, de limpieza, como cuando las olas retroceden alisando la arena en la playa, tapando huequitos, borrando huellas. Igual la lluvia te limpia al caer dejándote listo para más vida.

     Sentado bajo una palmera, dejo que la lluvia me empape mientras escucho abismado ese susurro de agua y hojas que borra indiferente todos los sonidos del mundo. Alzo mi rostro, respiro hondo y disfruto de una cierta sensación de plenitud.

     Después de cinco semanas ininterrumpidas de viento del suroeste, fue un alivio ver cómo las nubes quedaban por fin en suspenso y se decidían a descargar suave sobre toda la rivera. Recuerdo como al décimo día de soplar fuerte, cuando parecía ya una eternidad, mientras luchaba con el aire racheado por amarrar prieto unas cortinas, me sorprendí pensando: “Pero de dónde demonios vendrá todo este viento y a dónde chingados irá con tanta prisa…”. Aún no sabía que nos quedaba otro tanto de agarrarse a las palmeras y sacar arena y sal hasta de los paladares. Así son las cosas por aquí en lo cotidiano, a lo silvestre, a todo dar. Estas tierras, estos mares, debieron de crearse cuando aún no se le había ocurrido a nadie el tal por cual de la moderación.

     En sus últimos coletazos, el viento había arrastrado unas nubes negras, densas, que lo cubrieron todo tiñendo la tarde de un gris metálico que espantaba. Eran nubes preñadas de una tormenta que Bartolo, como siempre, supo predecir horas antes.

5.Lugares comunes.

“No hay futuro,… y si no, al tiempo.”
Proverbio punk.
-¿Pero como me podés hablar del futuro?... Escuchá, boludo, el futuro no existe, es ilusorio. Sólo tenemos esto, el ahora, el presente. El porvenir es sólo una trampa, un invento más del sistema para que vivamos asustados, preocupados. Para que agachemos la cabeza, vendamos barato nuestra carne y nuestro tiempo y olvidemos lo que nos hace humanos, nuestras vocaciones, lo que nos gusta, lo que nos conmueve. Y todo a cambio de un fondito para cuando sos viejito. ¡Buen cambalache, tu pasión por un plan de pensiones! ¿Y si te morís mañana? ¿Y si no llegás a ese porvenir? ¿Qué clase de vida al orto es esa? No, hijo, cambiar la vida por un futuro supuestamente seguro es miserable, y es precisamente lo que esperan de nosotros. Elegí lo que querás, pero nunca te traicionés.

     Era un tipo enorme, recio, con un aspecto elegante pero sencillo y un marcado y evocador acento argentino. Parecía haber escogido sus mejores ropas para aquella ocasión y sin embargo ahora gritaba fuera de sí. No me quedó otra que escucharlo, sentado a tres taburetes de distancia, mezclado entre el gentío que abarrotaba la Taberna Tirso de Molina. Aquel hombre palmeaba la barra con su manaza abierta para enfatizar cada frase, cada punto, cada coma. Alzaba la voz sin pudor mientras su cara enrojecía por la rabia y los vasos bailaban al son de sus golpes. Rondaba los sesenta y sermoneaba malhumorado a su hijo, que lo escuchaba pavorido, mordiéndose los labios en una mueca de profundo reproche.

- Da igual si triunfás o no en la vida. Si te traicionás, ya habrás fracasado. 

martes, 27 de abril de 2010

4. Kaloo y la plenitud de la sencillez.

          “Disfruta hoy,… es más tarde de lo que crees”.
          Proverbio chino.

     Eusebio abrió la puerta de la casa para darse de bruces con la tropa. Impasible, como quien le habla a una manga de mocosos atribulados, les espetó: “y vosotros, ¿qué queréis?”. Eran tiempos oscuros en Brasil. Tiempos de militares irrumpiendo en las casas. Tiempos de familiares a quienes no se volvía a ver. De hombres y mujeres machucados, esperanzas acabadas y libertades al pedo.

     Muchos años después, Kaloo abría de contarme con la voz desentonada por la emoción cómo su padre enfrentó sereno a la patrulla. “La cosa estaba bien gruesa entonces y mi padre no dejó nunca de militar activamente en el sindicato”. Hablaba rápido, con el español meloso y desafinado de los brasileños, sin pausas, con todo el cuerpo. Sus gestos, moldeando figuras en el aire, resultaban, en ocasiones, más elocuentes que sus palabras. Aquella noche me contó su historia. Desde las andanzas con su padre hasta su llegada a Baamul. Si tuviera que definirle, bastarían cuatro palabras: Es un hombre feliz.

3. La virgen de los sostenes y otros milagros.


               “Nunca fui muy dado a creer en historias o leyendas,
         mas tampoco me permití nunca dudar de lo que alguien
         me contara con el corazón en la mano. Digamos que,
         al final, vine a ser una suerte de crédulo escéptico… o viceversa.”

     Cualquier observador ajeno a los ocultos menesteres de mi rincón tranquilo, a sus pequeños secretos, podría fácilmente llegar a la conclusión de que en Baamul todos los días son miércoles. Todos los días, a las mismas horas, se puede encontrar a las mismas gentes haciendo las mismas cosas. Ni siquiera el sol escapa a este hechizo y concurre puntual siempre a idéntica hora, exactamente doce horas después de haberse ido, ignorando las estaciones con ese aire indiferente con que ocurren aquí los milagros.

      Así, inmerso ya en esta suerte de ley natural, amanezco cada día con las seis y bajo a la playa a despertar, a renacer en cuerpo y alma. Constato de camino y de reojo que Jim-mepuedesllamarJaime y Shaar están ya sentados en su porche con su tacita de café en la mano, las mismas tacitas de todos los días, ocupando siempre las mismas posiciones alrededor de la misma mesa, como puestos por el ayuntamiento, y vistiendo las mismas encantadoras sonrisas de cada mañana. Cuando llego a la playa, Kaloo ya nada mar adentro. A medida que pasan los minutos, pasan también Jean y su perro y saludan, dejándome siempre la duda de quién pasea a quién. Luego empieza a moverse algo en el restaurante, se abre una puerta y sale Martín agitando los manteles como dando una señal. Comienza el día en Baamul.

     Sólo el mar escapa a este embeleso y amanece cada día distinto, cantando, eso sí, siempre la misma canción diferente. Cuando sentimos el escalofrío de la repetición, los habitantes de Baamul miramos de reojo el mar y sonreímos. “Hoy no es miércoles”, decimos bajito, como hablando solos, y volvemos más serenos a nuestras realidades.

2. De patrias y otras mentiras.

“No sé si se pueda ser ciudadano del mundo,…
Pero tal vez deberíamos aspirar a ello.”
     Supuestamente, todos tenemos una patria. Nos la asignan en el momento de nacer. Tu patria, por lo visto, es el lugar donde naces. Más concretamente: “Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”. No lo dice uno, lo dice el diccionario de la Real Academia Española. En lo que a mí respecta… alguna carencia debo de tener cuando nunca he sentido esos vínculos que se supone se deben sentir por definición. Será falta de calcio, de hierro, tal vez algo que comí,… El caso es que servidor no ha tenido nunca nostalgia de la patria, del país, ni siquiera ahora, que me he mudado con todo y gato a vivir a México. Nunca, ni en los momentos más difíciles, los de mayor fragilidad, he extrañado “mi país”. A mi gente sí, a veces, cuando uno recuerda esta o aquella anécdota o se topa uno con algo que le recuerda a alguien… y siente entonces un huequito acá adentro.

     Esto me hace pensar, vale decir me constata, algo que ya intuía hace tiempo y que puse negro sobre blanco un polvoriento atardecer en el sur de la India: “los países son mentira, sólo la gente es verdad”. En mi modesta opinión, la patria, el país de cada uno, es un algo inventado, impuesto, que nos hace peores,… nos limita. Los países terminan y empiezan, además, en fronteras… y las fronteras son lugares mentirosos, irreales, falsos, que potencian la diferencia, el miedo, el rechazo y el desprecio al distinto, al débil,... lo peor del hombre, no como antónimo de mujer, sino como sinónimo de ser humano.

lunes, 26 de abril de 2010

1. Bronco y Doña Eulalia.


       Desde el momento en que me puso el ojo encima supe que le había caído en gracia. Se apretó bien a Rocío y tirando fuerte de su brazo, le susurró al oído: “¡Virgencita, qué guapura! ¿De dónde te sacaste este güerito tan lindo?...”. Luego, con el tiempo, me dio por pensar que Doña Eulalia bien podría ser el personaje que se dejó García Márquez en el tintero la remota tarde en que se cansó de inventar entrañables excentricidades.

     Aunque debe rondar los setenta y tantos, reconoce sin pudor sesenta y seis, una vez que ha entrado en calor y confianza. Acaudalada, chaparrita y peleona, Doña Eulalia se ganó a dentelladas todo lo que tiene,... mujer en un mundo de hombres. De moral relajada, amante de la parranda, el relajo y el buen vino, practica sin embargo y férreamente, una suerte de cristianismo antiguo, viejo, apolillado y esotérico,... repleto de santos, sortilegios y oraciones destinadas a una virgen que muy bien podría ser la Pachamama estrenando un manto ajeno. Un cristianismo, eso sí, alejado de moralinas y estrecheces que pudieran estorbarla en sus idas y venidas. La otra noche, con las brujas ya acostadas y tras dos botellas de vino, sentenció: “Cuando ya no pueda más, seré puta arrepentida...” y prorrumpió después en un saquito de sonoras carcajadas que acabó en ataque de tos con aires de tumba.